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domingo, 3 de junio de 2012

ESTANDARIZACIÓN Y MÚSICA


El pasado miércoles tuve la ocasión de comer con Antonio Burgueño, Emma Giralt y Lola Server y durante la sobremesa el tema derivó hacia la estandarización y más en concreto, por qué es tan difícil conjugar esta normalización con el trabajo creativo.

 Creo que la respuesta está en la música. Es más, desde que hace tres años empecé a estudiar piano estoy convencido de que es así, y que cualquiera que lo dude, lo único que tiene que hacer es aprender a tocar un instrumento.

Estoy convencido que el lenguaje musical es probablemente un estándar perfecto.  Y si no lo es, está muy cerca de la perfección.  Una partitura permite que una pieza musical que alguien compuso hace doscientos años, hoy pueda ser reproducida de manera completamente fiable. En el pentagrama se recoge QUÉ hay que hacer, CUÁNTO debe durar, QUÉ acento debe llevar, incluso una gran cantidad de información relativa a la técnica con que se debe hacer.  En el lenguaje musical se definen un sinfín de elementos como son la tipología de escrituras, la altura del sonido, el timbre, la intensidad, la duración, los matices, el ritmo, la armonía, los compases, la melodía, la expresión, la complejidad, etc. Para un ingeniero y músico novato como yo es apasionante ver cómo esto se hace en un número mínimo de trazos y con una densidad de información increíble.

Si nos fijamos ahora en una orquesta, la coordinación es perfecta. En un primer nivel, las notas están escritas de acuerdo a patrones que se repiten (compases), el ritmo está definido (tempo) y coordinado por el director con su batuta. Los profesionales han dedicado muchos años de su vida a estudiar el instrumento, lenguaje musical, armonía, etc. Han pasado gran cantidad de pruebas de selección y en la mayoría de los casos han tenido que opositar para conseguir la plaza… Son necesarias miles de horas de estudio y perfeccionamiento técnico. Esta conjunción de estándar, de técnica, de arte y de coordinación hace que el resultado sea de una belleza tan increíble que incluso a los que no les atraiga la música clásica no podrán negar que es una expresión artística única.

Y yo me pregunto, ¿un músico es un técnico o un artista?… Y la respuesta es que son grandísimos artistas, pero con una técnica y una estandarización que no creo que exista en ninguna otra profesión. Para llegar a este nivel, es necesario aprender y estudiar mucha teoría y, sobre todo, con mucha práctica.

Creo recordar que Pepe Sancho, el actor, fue presentado en una entrevista como un “grandísimo artista” y el corrigió al entrevistador diciendo que era un “obrero del escenario”, que lo que hacía lo hacía a base fundamentalmente de trabajo, técnica y esfuerzo, y añado, obviamente de eso difícil de definir que llamamos “arte”. Esa parte de la interpretación que hace que una pieza tocada a partir de una partitura, y reproducida por una pianola no tengan nada que ver…

Y sin embargo, en nuestra vida profesional, la mayor parte de nosotros, trabajemos en lo que trabajemos reaccionamos ante la estandarización pensando que se trata de coartar nuestra creatividad, de limitar nuestra libertad, nuestra capacidad artística… En definitiva de convertirnos en robots.

Alguien me dio una explicación a la razón por la que la música prosperó en el pasado en Europa diciendo que era precisamente por la tremenda potencia del lenguaje musical que se desarrolló. Si escuchamos un fragmento de música de casi cualquier lugar del mundo suena repetitivo, monótono. Y sin embargo, la música Europea es de una riqueza increíble desde hace muchos siglos. Cuando me lo explicaron concluyeron diciendo que esa era la razón por la que no hay grandes compositores asiáticos o africanos, también es la razón por la que no se han desarrollado instrumentos complejos como el piano o el órgano, o por la que no hay virtuosos de un instrumento hasta el siglo XX fuera de Europa. La falta de un lenguaje musical, de un concepto de armonía, en definitiva de un estándar ha hecho que la creatividad se limite, se vea dificultada hasta el extremo.

 Y es que en nuestros trabajos, como los profesores de orquesta, tenemos que mezclar dos formas de trabajo muy distintas. En ocasiones tendremos que ser creativos, imaginativos, etc. Y en otras rigurosos, disciplinados, rutinarios. Igual que los músicos, mientras tocan en la orquesta prima la disciplina del grupo, del equipo, no pueden variar lo que dice el estándar (la partitura).  Deben seguir, obedecer al director. No se trata de si soy un artista o un robot en mi trabajo, sino cuándo soy un artista y cuándo soy un robot. Lo malo es mezclar ambos.

En definitiva, rechazamos el trabajo estandarizado porque creemos que nos devalúa como personas, que nos hace menos humanos. Despreciamos los estándares porque mi trabajo es creativo, “soy un artista”. El problema es que al ignorar que tenemos los dos roles (artista y obrero) no sólo estamos penalizando gravemente el resultado del grupo, del equipo, sino que estamos limitando increíblemente nuestra creatividad. Nuestra capacidad de ser verdaderamente artistas, verdaderamente humanos…
 

Ignacio Tornos
Auren Consultoría
Socio
Blog: www.leanauren.com
Twitter: @Torfiti