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jueves, 4 de septiembre de 2014

MEJORAR LA SANIDAD EMPEZANDO POR UNO MISMO: APOSTANDO POR EL HUMANISMO COTIDIANO Y LA INTELIGENCIA REFLEXIVA (HUMANISMO “PATA NEGRA”)

(Publicado en Sanifax 4 de septiembre 2014)

Un nuevo mes y nuevo curso. Hay realidades indiscutibles y una de ellas es que el verano acaba con una etapa del año y tras el parón de agosto se inicia un nuevo curso al que el que más y el que menos llega cargado de buenos propósitos y deseos.

En los próximos meses, tiempo tendremos de debatir ampliamente y tal vez profundamente la amalgama de acontecimientos, cuestiones, problemas, retos, etc. que la sanidad tiene encima de la mesa. Pero en esta primera tribuna del curso quiero reflexionar sobre los propósitos y deseos, tal vez porque la misma está escrita en pleno mes de agosto y, por tanto, en pleno parón reflexivo que venimos comentando.

En mi opinión, no estaría de más que tengamos el propósito firme de tratar de ser “más humanistas”. Y no hablo de sentimientos, que también. Es mucho más que eso, porque lo que realmente nos hace humanos es la inteligencia reflexiva, pues el resto de nuestras características son compartidas en esencia por otros animales.

Pero el humanismo debe ser práctico, en un ejercicio personal de pasar de lo filosófico a la práctica diaria que nos convierta en lo que su día denominé “humanistas cotidianos”. Supone, en esencia, una forma de entender y guiar nuestro comportamiento, y debe reflejarse en todo lo que hacemos. Es una cuestión intrínseca a la persona, no ligada a ninguna profesión, no siendo por tanto el humanismo exigible tan sólo al clínico y a su relación con los pacientes. La consecuencia inmediata del mismo es que se genera una confianza en el entorno, empezando por la que una persona tiene en sí mismo, pasando por la confianza en todas las relaciones interpersonales, por la relación de los equipos de trabajo, la de todos los integrantes de la organización y la de todos ellos con los pacientes en particular y la sociedad en general.

Ser un humanista cotidiano es, por tanto, un compromiso de mejora personal basada en buscar ser un poco más grande cada día. Como escribió Stephen R. Covey, “ser grande día a día es la verdadera grandeza, que nace desde la humildad y de la constancia, siendo esto más importante que la riqueza, la fama o el prestigio. Sin duda requiere de mucha confianza interior para lograrlo”.

Es un buen propósito ser nosotros mismos, que es el combustible para generar autoconfianza. No pocas veces la adversidad más grande a la que nos enfrentamos son las barreras que nos creamos dentro de nosotros. "Quien obtiene una victoria sobre otros hombres es fuerte, quien lo hace sobre sí mismo es todopoderoso" escribió Lao Tse. Bajo esa premisa, ¿No debemos preguntarnos si realmente las dificultades son, en el fondo, positivas para nosotros?

Para Stephen R. Covey, la mayoría de los habitantes de este mundo son buenas personas que hacen lo mejor que pueden. No debemos dejar que el ruido de una minoría ahogue el bien que nos rodea. Esta reflexión no es baladí. Lo negativo destaca y centra nuestra atención mucho más que lo positivo, así lo afirma, entre otros, Daniel Khaneman, psicólogo premio Nobel de Economía. Llega a asegurar que nuestro cerebro está preparado, como el de los animales, por un instinto de supervivencia, para detectar con rapidez las amenazas y lo negativo, y con ello poder reaccionar. Es por ello que tendemos a destacar siempre lo negativo de las circunstancias y de las personas. Es aquí donde la inteligencia reflexiva entra en juego para generar el hábito de buscar lo positivo y no dejarnos llevar por el instinto primario de la percepción de la negatividad. Qué es lo más fácil, pues para identificar lo negativo no tenemos que hacer ningún esfuerzo mental. 

Pero todo esto, sencillo de entender, no lo es tanto a la hora de llevarlo a la práctica. Supone una auto exigencia personal importante. No en vano, la mejora y el cambio empieza por uno mismo. "Todo el mundo piensa en cambiar la humanidad, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo". Aporto unos principios que pueden ayudar a tan difícil camino:

o   Actuar con integridad, es decir en coherencia entre palabras y hechos así como cumplir compromisos. Total nada.
o   Perseguir la innovación desde uno mismo: invirtiendo con regularidad en oportunidades de aprendizaje y mejora, lo que pasa por una constante autocrítica del propio trabajo.
o   Respetar a los demás: Ya los Indios Siux tenían claro que dejamos de tratar a los demás con respeto cuando constantemente los juzgamos, o juzgamos mal cada una de sus palabras y acciones. Hay un crítico detrás de cada esquina.
o   Tener empatía para entender a los demás: Requiere una total trasparencia e ir más allá de escuchar las palabras para saber ponerse en el lugar del otro.
o   Tener capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes que cada vez más sufrimos en un momento en que lo único inamovible es el cambio. 
o   Tener magnanimidad en el dominio de las propias emociones. El resentimiento, por ejemplo, en palabras de Malachy Mc Court, “es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera”
o   Perseverancia: No pocas veces leemos frases grandilocuentes que nos dicen que luchemos por nuestro sueño. Pero cuidado: Aplíquese aquí también la inteligencia reflexiva para analizar si realmente es alcanzable la meta y el camino elegido viable, porque la frontera entre la persistencia y la obstinación es muy sutil. En cualquier caso hay que hacer caso omiso a los negativitas y mirar siempre hacia adelante.


Un compromiso con uno mismo que por pequeños que sean los logros puede contribuir a la mejora de la salud de esta sociedad y, por extensión, de nuestra sanidad. Feliz septiembre y feliz curso a todos. 

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