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domingo, 20 de julio de 2014

NO DEJES DE IMAGINAR....

Mi buen amigo Carlos:

Leo con interés tu brillante artículo publicado en “Redacción Médica” titulado “Imagino” y me veo en la necesidad de responderte, como síntoma de lo mucho que me ha gustado.
Comparto el contenido, lo que imaginas. Pero sobre todo me ha gustado porque en un mundo pragmático, conformista, donde todo tiene que ser evidenciado y donde frases tan duras como “todo está inventado”, “no vamos a inventar la rueda” (y otras parecidas) pretenden acabar de un plumazo con la ilusión: la ilusión que se lee tras tus palabras y que te llevan a imaginar.
Porque imaginas, amigo Carlos, te levantas todos los días con un motivante mayor que sólo superar las innumerables dificultades que tu trabajo actual conlleva. Prefieres levantar la cabeza y miras más allá, marcándote objetivos más ambiciosos.
Me decía un amigo de la industria farmacéutica, que su padre siempre decía que el emprendedor siempre tiene que visualizar en su cabeza lo que quiere lograr, y  luego dibujar el camino para lograrlo. Debería hacerlo en mi opinión todo aquel que se pone al frente de una Institución. Por eso suele ser incomprendido no en pocas ocasiones, pues el pragmatismo reinante es incompatible con visualizaciones.
Imaginas, como alguien imaginó que llegaría el día que habría un ordenador en cada casa y los popes de la industria, ejecutivos muy bien pagados, pensaron que estaba loco. Si, hablo de Steve Jobs (Apple) y de los ejecutivos de IBM. Mira donde está cada empresa ahora. Imagina, como el que imaginó en su momento que todo el mundo usaría teléfono móvil, o anteriormente que las personas podrían hablar a largas distancias… y así podríamos seguir infinitamente. Porque detrás de cada avance, hay alguien que imagina, que sueña, que se ilusiona, que no se conforma con salvar los problemas diarios. Y cada uno en nuestro día a día podemos dar pasitos, que a veces son grandes pasos, para que lo que imaginamos sea realidad. Hace falta inconformistas que visualicen, que imaginen.
Porque imaginar conlleva inconformismo e inevitablemente crítica a lo establecido. Sé que eso no está bien visto amigo mío en el conjunto de la sociedad, pero vuelve a ser un problema de miopía como lo anterior. Gregorio Marañón, en su libro “la medicina y nuestro tiempo”, escribía textualmente “No conozco otro modo de extirpar un defecto o vicio que declararlo y ponerlo sobre la mesa de disección de la sinceridad”. Era un tremendo crítico de su profesión porque la amaba y su afán era mejorarla día a día y no caer en el cómodo conformismo.
Sirvan estas líneas para animarte a seguir imaginando, y con ello dibujando un futuro bueno para todos, sueños que compartimos, dicho sea de paso. No dejes de imaginar, porque con ello llega la monotonía, la miopía y el “más de lo mismo”.
Antonio Burgueño Jerez

domingo, 13 de julio de 2014

IMAGINAR PARA EVITAR LA MIOPÍA


Me gusta leer y oír las reflexiones de Carlos. Esta me ha gustado porque deja entrever a un visionario, dicho sea en los mejores de los sentidos, porque se cae en una miopía que no nos deja ver más allá que el cortísimo plazo. Este artículo me inspira una reflexión que en los próximos días será una entrada en este blog. Gracias Carlos por hacer extensiva tu colaboración en Redacción Médica a este blog.

Antonio Burgueño Jerez

IMAGINO

Por Carlos Alberto Arenas, gestor sanitario y vocal de Sedisa.

Publicado en Redacción Médica, Miércoles 9 de Julio

Imagino una sociedad donde a los niños desde pequeños se les enseña lo que es sano, que no aprenden que sólo existe el sabor dulce. Donde ya no somos el mayor reservorio de obesidad infantil de Europa sino el menor.Imagino que cuando se hacen adolescentes fumar no es guay, ni te hace interesante, sino más bien te hace parecer tonto. Y que nuestro porcentaje de fumadores es mejor que en Escandinavia.Imagino que en ellos se crea el hábito del ejercicio físico, mucho al aire libre, que les acompaña durante toda la vida.Imagino que cuando alguien se pone enfermo hay un médico con una visión integral e integradora que orquesta el proceso asistencial. Que evita el encarnizamiento terapéutico y tiene en cuenta las preferencias del paciente. Que evita duplicidades, pruebas inútiles, hospitalizaciones innecesarias y efectos adversos por exceso de medicación o interacciones medicamentosas.Imagino un médico que aconseja y evita la enfermedad o el empeoramiento de la misma a través de hábitos y estilos de vida, mejor que con sólo pastillas, y pacientes sensibles y concienciados con sus consejos.Imagino que cuando tratan a un paciente, los distintos especialistas se ponen de acuerdo entre sí para seguir una vía de acción que permita integrar todo el proceso, evitar duplicidades, desplazamientos innecesarios, demoras, infinidad de visitas y revisitas, consejos y tratamientos discrepantes, cuando no enfrentamientos entre los propios profesionales por el paciente.Imagino una atención en la que se aproveche los conocimientos y capacidades de todos los colectivos. En el cual los cuidados sean importantes y sanadores, sobre todo a domicilio y ambulatoriamente, con la enfermería con mayor capacidad de decisión y manejo de recursos en todo el ámbito sociosanitario.Imagino una atención más eficaz contra la cronicidad, en la cual el domicilio y la atención a distancia, el diagnóstico y tratamiento social, y la ayuda de trabajadores sociales y psicólogos, rehabilitadores y fisioterapeutas coordinados con el médico de familia del paciente adquieren gran relevancia.Imagino una sociedad más sana, más social, donde haya menos riesgos de depresión y ansiedad, y que estas se superen más mejorando la capacitación personal que tomado pastillas.Imagino que, llegado el momento de partir, la gente muere en su casa rodeada de los suyos, y de amor, atendidos para no sentir dolor. Donde pueden despedirse del mundo manteniendo la lucidez y la dignidad, sin estar en una cama aislados, inconscientes y con tubos y vías por todo el cuerpo.Imagino que somos responsables todos con el uso de los recursos públicos y solidarios y nos damos cuenta que lo que es de todos es lo que más debemos de cuidar, cómo si fuera propio.Ahora despierto y recuerdo a la señora P........., que toma tantos medicamentos que tienen que dárselos sus hijos porque ella no se aclara, que es tratada por seis especialistas que no se hablan entre ellos. Varios le mandan dietas incompatibles entre sí. Le prescriben una rehabilitación que no mejora su calidad de vida y una intervención quirúrgica protésica con una esperanza de vida de menos de una año. Las interacciones medicamentosas le causan varios problemas y tiene infinidad de pruebas de imagen y analíticas duplicadas o muy frecuentes aunque no aportan valor añadido. Además, cuando se descompensa ingresa en el hospital (en parte porque la famila presiona para ello al creer que estará mejor allí) en vez de intentar un tratamiento en régimen ambulatorio, y una vez ingresada tiene una infección hospitalaria que obliga a alargar su estancia. Posteriormente tras varios reingresos en uno de ellos muere en el Hospital en la UCI inconsciente.Lo que imagino es promoción de la salud, cultura de la salud, integración asistencial, asistencia sociosanitaria, humanización, cuidados integrales, atención primaria, gestión clínica y por procesos, razonable y basada en la seguridad del paciente.Lo que veo se llama cultura de la enfermedad, sedentarismo, malos hábitos, luchas de poder entre colectivos por monopolizar el paciente y su atención, fragmentación de la asistencia y falta de continuidad asistencial. Hipermedicalización y deshumanización, y falta de conciencia sobre el uso de recursos públicos.Pero a pesar de todo veo el impulso, el intento y la lucha de muchos por instaurar ese primer estado que imaginamos ya muchos. Y eso me da esperanza.


lunes, 7 de julio de 2014

GESTION CLINICA: “MODA VINTAGE” Y 21 PREGUNTAS (AL MENOS) AL RESPECTO


Publicado en Sanifax 7 de julio 2014

Otro lunes primero de mes y otra reflexión, pendiente de las vacaciones que pocas o muchas nos iremos tomando todos. Este mes los temas que hemos venido oyendo son recurrentes en general, pero no por ello menos interesantes, a veces, y preocupantes en algunos casos. Por ejemplo: el mantra que la sanidad no es sostenible. Me pregunto si somos conscientes de la gravedad de este asunto, que de tanto oírlo se nos ha hecho ya “familiar”. Hace muchos lustros que esto es así, pero la bonanza económica tapaba de alguna forma el problema.

Este mes hemos podido leer que la sanidad catalana reduce 30% las concertaciones, lo que supone meter más presión a la difícil situación de los proveedores sanitarios empresariales (lo de privados me suena fatal) que ven reducido un poco más su mercado. Esto, unido a otros factores que están reduciendo la demanda, hace peligrar a medio plazo la viabilidad de algunos prestadores. Además leemos que desde el 2004 se ha reducido 62 por ciento la oferta de empleo en medicina, algo que no me atrevo a juzgar si es bueno o malo, pues cabe recordar que la Organización Mundial de la Salud pide a España una mejor planificación de Recursos Humanos sanitarios pues estamos por encima de 90 sanitarios por cada 100.000 habitantes cuando lo normal es estar en torno a 50. Tampoco tengo argumentos para juzgar si esta reducción se ha hecho adecuadamente en todos los casos o no. Paralelamente, se han cerrado 50.000 camas en España y algunos responsables autonómicos se atreven a afirmar que “la cosa está muy negra” desde el punto de vista financiero.

Pero la cosa no queda ahí. Después de varios años de presupuestos sanitarios a la baja, insólito hace unos años, leemos que Europa nos pide un “poco más”, lo que hace prever a juicio de algunas fuentes “nuevos recortes”. Siendo partidario de la necesidad de los ajustes presupuestarios, creo que hay margen para mayores eficiencias en la prestación de los servicios sanitarios públicos. Hay que apostar firmemente por medidas de gestión, con la consecuente reorganización organizativa y funcional, que conllevan adaptación de los recursos que se emplean para dar respuesta a una demanda de servicios determinada. Es tan imprescindible como complicado pensar que esto se pueda hacer en un escenario organizativo tan inflexible como es el marco público.

En esa línea la estrella del momento es la Gestión Clínica, concepto que de tanto usarlo vamos a acabar vaciándolo de contenido. Inventada hace ya unas décadas vuelve al candelero como una medida estructural fundamental para la solución de los problemas. Por cierto, la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos asegura en informe entregado al Ministerio sobre el tema que “La Gestión Clínica, se origina a partir del concepto de Clínical Government, introducido por primera vez en 1998…”, pero a mí no me encaja. Y tengo un argumento sólido: en 1.997 compré de un libro escrito en 1993, con planteamientos de gestión nacidos al menos 20 o 30 años antes, titulado “Gestión clínica. Manual para médicos y enfermeras y personal sanitario”. Como curiosidad, me costó 3.350 pesetas.

Sea cual sea la fecha de su nacimiento, lo cierto es que se ha puesto de moda y dada su antigüedad podemos afirmar sin rubor que se trata de una “moda vintage”, como se dice ahora. Comparto que no en pocas veces hay que mirar para atrás para recuperar lo que se hacía o se planteaba de bueno (léase mis escritos en defensa del necesario humanismo para la eficiencia de la sanidad). También comparto que el impulso de la Gestión Clínica puede suponer una medida de reorganización y ajuste de recursos nada desdeñable. Lo que no puedo compartir y me descoloca es que se saque como una novedosa solución.

De esa reflexión nacen mis primeras preguntas: ¿Por qué se está planteando la cuestión como algo novedoso y que estamos hasta redefiniendo y replanteando? ¿Por qué no se centra el debate inicialmente en revisar con rigor y seriedad lo que ya se ha escrito y practicado en otros sitios con el fin de adaptarlo a nuestras realidades?

Pero confieso que no son mis únicas dudas, y cuanto más leo y escucho menos entiendo. Y en este caso no es porque esté aprendiendo de ello (que falta hace siempre), sino por ausencia de comprensión. Dejo para la reflexión algunas dudas más:

  • ¿Por qué elevar a grado de normativa legislativa una herramienta de gestión? ¿No es meter mayor inflexibilidad a un sistema que necesita de todo lo contrario para sobrevivir?
  • ¿Cómo se puede ligar el concepto gestión clínica a privatización, sólo porque se hable de dotarlas de personalidad jurídica propia? Y si lo fuera, ¿por qué es malo de salida que un equipo se constituya como sociedad para prestar un servicio?
  • En esa línea, ¿Por qué los sindicatos médicos tienen tanto miedo a que el profesional médico trabaje en marcos de mayor independencia profesional?
  • ¿Cómo se va a recompensar y compartir resultados (me molesta el concepto “incentivar”) en un marco inflexible?
  • ¿Cómo aplicar este cambio cultural que se basa en compartir riesgos y resultados cuando el marco estatutario y funcional se basa en una cultura organizativa opuesta a ello?
  • ¿Por qué sólo el profesional médico puede ser el director de la unidad de gestión? ¿Es que las competencias personales de organización y gestión están ligadas a esa profesión? Es más, ¿Están formados los profesionales sanitarios para trabajar y adaptarse a ese nuevo marco organizativo?
  • ¿Si ya existen Unidades de Gestión Clínica, porque es necesaria una norma que puede incluso invalidar las mismas si se no cumplen la misma?
  • ¿Cómo puede plantearse (cómo lo hacen los sindicatos médicos) que sea voluntario por parte del personal entrar o no en el modelo? ¿Es gestionable una organización donde las decisiones de dirección los integrantes de la misma deciden acatarla o no?
  • ¿Es viable en un marco de inflexibilidad plantear una gestión de procesos de pacientes desde su síntoma a su resolución imprescindible para una organización que se orienta a su público? Es decir, ¿es viable equipos multidisciplinares y compuestos por varias especialidades para orientarse realmente al paciente? Y si fuera así… ¿Qué jefe de servicio, especialista médico u otro profesional puede liderar esa unidad organizativa? ¿lo aceptarían los demás voluntariamente?
  • ¿Se está convirtiendo la aplicación de la gestión clínica en una excusa para negociación de condiciones laborales y salarios por parte algunos sindicatos?
  • ¿Están nuestras organizaciones sanitarias públicas preparadas para el cambio cultural que se propone? ¿Se está teniendo en cuenta cómo afrontar el mimo?

Se me antoja que el camino es más que complejo, es como subirse en bicicleta los Lagos de Covadonga después de 170 kms de pedalear y con una bicicleta de paseo. Si la apuesta por la gestión clínica llegase a arrancar, si no resuelve estas y otras cuestiones los riesgos de quedarse en “aguas de borrajas” son muy altos. Lo peor es que se sacará como conclusión que la gestión clínica no funciona, se desechará otros 15 o 20 años, y cuando “apriete el zapato” se volverá a poner de moda. “Moda vintage”, obviamente.

 

Antonio Burgueño Jerez