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miércoles, 19 de junio de 2013

LA VERDADERA Y RESPONSABLE COLABORACION PUBLICO PRIVADA: LA MEJOR OPCION ANTE LA NECESARIA TRANSFORMACION DE LA SANIDAD PUBLICA

(Publicado en Sanifax, lunes 17 de junio 2013)

Cuando algo se pone de moda corre el riesgo de desvirtuarse. Y eso está pasando con la Colaboración Público Privada. Soy un convencido de que la verdadera colaboración público privada pasa por la proactividad de la industria sanitaria que conlleve aportar ideas y soluciones a las Administraciones Publicas para lograr entre todos la supervivencia de la sanidad pública.

Estamos ante un momento de la sanidad pública crítico. De las decisiones que se tomen ahora va a depender la supervivencia de la misma a medio plazo. No es objeto de esta tribuna entrar en ese asunto sobradamente debatido.

Pero si cabe puntualizar una reflexión: O entramos de lleno con valentía a una verdadera transformación de la sanidad, o la misma puede entrar en parada técnica. Y debe ser una transformación en la forma de organizarse y de prestarse el servicio. Se trata de buscar e implantar modelos organizativos, eficiencias, modelos de desarrollo profesional que de verdad sean satisfactorios para todas las partes y, fundamentalmente, cambiar el paradigma.

Hay que dejar de pensar en modelos de asistencia sanitaria que se centran más en lo curativo y pensar en modelos de organizaciones prestadoras de servicios para la salud. Total nada. Tan sólo un apunte para la reflexión: Lain Entralgo dijo que “quien acude al médico se siente enfermo”. Como consecuencia, si tratamos a toda persona como paciente empieza el contador del gasto a correr sin realmente aportarle beneficio al paciente.

Hay que superar el debate manido y hasta ahora infructuoso de lo social, lo sanitario, lo crónico…. Cada día me cuesta más trazar la línea divisoria entre unos y otros.

La transformación sólo  hay una forma de lograrla: se hacen buscando ideas para solucionar los problemas, trabajando en cómo lograr que esas ideas se lleven a buen puerto, que esas ideas cuenten con el apoyo necesario por parte de aquellos que tiene que desarrollarlas.

No podemos pedir a la Administración Pública que haga ella sola este ejercicio. Es injusto, además de técnicamente inviable y antinatural. No tiene, ni debe tener, ni las estructuras ni el marco para ello. La innovación es cuestión de involucración y responsabilidad por parte de todos los actores. En otras palabras, la transformación de la sanidad  requiere de una innovación en los planteamientos de organización y gestión fruto de una verdadera y responsable colaboración público privada.

En palabras de Peter Drucker (escritas en los años 70) “Saber promover y dirigir el cambio es una función de las ciencias del management, el cual nace y se desarrolla en el mundo empresarial, siendo la gestión pública una adaptación de la misma. La ciencia empresarial es la que ha impulsado en el último siglo la organización eficiente, pues la empresa constantemente ha tenido que adaptarse a su entorno para su supervivencia, necesidad esta sólo sentida por la Administración Pública esporádicamente”.  El management de la empresa privada es (o debería ser), en términos generales, mucho más avanzado que el de la Administración Pública: lo lleva en su ADN.

Por lo tanto, las empresas del sector sanitario (y no sólo los tradicionales denominados como “gestores sanitarios”) deberían asumir en este momento su responsabilidad, salir de su zona de confortabilidad y dar un paso adelante y empezar a ser proactivos, buscando iniciativas y alternativas reales de trabajo conjunto con la Administración Pública. Apostar por desarrollar los modelos organizativos necesarios para cada circunstancia. Trabajando en innovación en management.
Sólo en ese caso podemos hablar realmente de colaboración público privada. La ley lo permite, los gobiernos lo agradecen y la sociedad lo necesita.

Antonio Burgueño Jerez
Socio Director  EnclaveSalud


miércoles, 5 de junio de 2013

ENTENDER A LA PERSONA COMO ORIGEN DE TODA DECISION EN EL AMBITO SANITARIO. Reflexiones a partir de la lectura de Schaeffer.

Los profesionales del sistema, en no pocas ocasiones, como se dice vulgarmente, “perdemos el norte”. El fin de toda nuestra actuación es la sociedad en general, y la persona en particular. Y no sólo el paciente, entendiendo como tal el que tiene una enfermedad.  La lectura del libro de Schaeffer, “La medicina y nuestro tiempo”, de 1968, suscita una reflexión que, además de válida hoy en día, permite vislumbrar los puntos críticos de la eficiencia de la sanidad desde la persona. Humanismo y eficiencia de la mano.

Schaeffer  parte de la actitud del enfermo ante la enfermedad primero, y de este ante la atención clínica en segundo lugar.

Entiende  que dicha actitud debe ser comprendida y conocida, para poder tenerla en cuenta en las decisiones clínicas que se tomen. En un sistema sanitario tan complejo como el actual, afecta a la cantidad de recursos a disponer y su dimensionamiento. Apunta en este comentario hacia una de las claves y retos de la gestión sanitaria de hoy día: La gestión proactiva de la demanda de servicios, cuyo fin es dar a cada paciente lo que realmente necesita (y sólo lo que necesita) en el momento adecuado.  Es decir, el reto de la optimización y la eficiencia.

Para lograrlo hay que entender al hombre y considerarlo en su contexto social, en tanto que el mismo es condicionante de sus percepciones, actitudes y decisiones, también ante la enfermedad. Llega a afirmar incluso que la sociedad está siempre en el centro de todos los problemas médicos. No en vano, las principales patologías de nuestra sociedad tiene su origen en estilos de vida erróneos o poco sanos, que obliga a trabajar y hacer esfuerzos en la promoción y la prevención. Para él, y en el contexto de su época, la importancia del papel social que representa el hombre es desestimada por muchos médicos.

Como consecuencia, entiende que es necesario abordar el fenómeno enfermedad con métodos sociológicos. Es más ventajoso tratar a colectividad que al individuo.

El paciente toma sus decisiones personales desde la libertad. Decide a su libre albedrío cuando está enfermo y cuando no. O mejor dicho, cuando una molestia es digna de ser vista profesionalmente y cuando no. Llega a afirmar que “Entre nosotros domina la tendencia del hombre moderno a solventar en forma de enfermedad conflictos morales y sociales, a perjudicar su cuerpo por abusos de toda especie como tabaco y sobrealimentación”.

Con el progreso de la sanidad, las enfermedades dejan de ser una crisis vital y pasan a ser una pequeña avería. Ya en 1968 existía la opinión generalizada de q las enfermedades son fácilmente curables. No se acepta fácilmente lo contrario. Es un problema que ha degenerado en que cada vez más oigamos hablar del “derecho a la salud”, como si fuera algo externo e independiente del individuo, ajeno a sus costumbres y hábitos. Y si una enfermedad no tiene remedio se acepta con gran dificultad. El paciente cada vez tiene más quejumbres y menor capacidad para sufrir hasta las molestias más pequeñas.

Schaeffer llega a afirmar que es comúnmente aceptado que “si las cosas salen bien, es gracias a Dios, y si no se busca un abogado”. Bastante descriptivo.

¿Pero que busca el paciente? No siempre curación, pues no siempre la persona que acude al médico está enferma. Se siente enferma. Ya decía Lain Entralgo: el paciente no acude a consulta porque está enfermo, sino porque se siente enfermo. Pero cuando el hombre realmente está enfermo pasa a ser paciente.

Ante esa circunstancia pide un mínimo de entendimiento racional de su enfermedad; pide libertad para sus propias decisiones, o bien su facilitación efectiva por medio del consejo y de la actitud del médico; pide honradez, o sea, rectitud en todas las afirmaciones del médico; pide el respeto de su persona y, con él, el cumplimiento de las reglas del trato social habituales en nuestra sociedad. Quiere instruirse de su enfermedad. Hace proposiciones terapéuticas o se toma la libertad de no seguir las de su médico.

Existe un grupo de “pacientes pervertidos” que hacen imposible con su conducta el médico ideal que se preconiza. Parece como si  ya no tuviesen respeto al médico, como si creyeran que se le puede tratar de una forma como seguramente no tratan a un obrero manual y exigen porque dedican un tercio de su salario al seguro. El médico es, para ellos, un asalariado del paciente. Nada más natural que inducir al médico a extender recetas o certificados. El paciente se siente en su derecho de exigirlos.

Y poco importa para el paciente el estado de ánimo del médico, el paciente no tiende a comprenderlo. Y no consentirá ni una pequeña equivocación.

En los planes de estudio poco hay de educación para la enfermedad del hombre. Panaceas no hay, pero entre los remedios se encuentra, en primer lugar, la enseñanza.

En definitiva, entiende el autor que se debe grabar en la memoria de los hombres que la salud es cara. La seguridad colectiva contra el desamparo de la enfermedad solo es posible si todos los miembros de la colectividad se comportan razonablemente. La introducción del seguro cambia profundamente el concepto de enfermedad, como venimos comentando. A la vez que los hombres aumentan sus aspiraciones a la vez que disminuyen su concepto de responsabilidad.  Con el seguro la sociedad es para el hombre, no al revés.  Se reclaman derechos y garantías y desaparece el concepto de auto ayuda y auto asistencia. 


Para reflexionar, sin duda.


Antonio Burgueño Jerez

Patrono Fundación Pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad

burjerez@humanismoyeficiencia.org