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domingo, 28 de abril de 2013

LA IMPORTANCIA DEL FACTOR HUMANO EN LA DERROTA DE REAL MADRID ANTE EL BORUSSIA Reflexiones a partir de las declaraciones de Sergio Ramos





El pasado miércoles vimos (y sufrimos los madridistas) como caía el Real Madrid ante el Borussia de Dortmund. Y lo hacía por una diferencia en el marcador inimaginable antes del pitido inicial del partido, y aun más antes del descanso.
Al día siguiente, el mundo titulaba un artículo con unas declaraciones del jugador Sergio Ramos al respecto del partido: “Nos ha faltado actitud”. Evidentemente me invitó a seguir leyendo.
En muchas ocasiones, he escrito sobre la necesaria complementariedad de técnica y humanismo, del factor humano y del factor técnico. Y en el análisis del partido se pone de manifiesto esta reflexión.
Sergio Ramos apela a una cuestión de índole personal como clave de la sonada derrota. Además se pone en primer lugar como parte de la crítica, lo que le hace tener mayor credibilidad. Me recuerda cuando Gregorio Marañón hacia su crítica a su profesión a finales de los años cincuenta, y decía sentirse legitimado para ello en tanto en cuanto se incluía dentro de la misma, y que es su amor por la misma y su deseo de que mejore la que le invitaba a la crítica. Leo por tanto amor de Sergio a su profesión y a su club.
La contraposición de sus argumentos la da su propio técnico, Mouriño, que alude a fallos técnicos para explicar la derrota. Llegando incluso a acusar a Sergio de ser muy emocional. Sin embargo, entra en contradicción al apelar a elementos actitudinales como clave de éxito cuando habla del equipo contrario: “He visto a un equipo  que quería ser superior al otro, que tenía más agresividad física y mental.”
Estos días seguimos oyendo mensajes en positivo hacia el partido de vuelta de la semifinal de la copa de Europa.  Creo que están generando la actitud adecuada para afrontar la remontada. Eso, unido a la incuestionable calidad técnica del Real Madrid, hacen que mi pronóstico sea favorable a la remontada. Cuentan con mi confianza, especialmente en este caso Sergio Ramos.



Antonio Burgueño Jerez.

burjerez@humanismoyeficiencia.org

Patrono Fundación Pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad

lunes, 22 de abril de 2013

LA VISION HUMANISTA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (y III) Sobre el necesario papel del Estado en la actividad económica


Siguiendo con las reflexiones de la doctrina social de la Iglesia, la misma se pronuncia en el papel que debe tener el Estado en la organización social. Como no puede ser de otra manera, le atribuye un papel de protección de los más débiles, a la gran mayoría del cuerpo social. El Papa Francisco está en esa línea, sin duda. Sin embargo entiende que no toda solución de la cuestión social deba provenir del Estado, el cual tiene un carácter instrumental, ya que el individuo, la familia y la sociedad son anteriores a él.

Existe ciertamente una legítima esfera de autonomía de la actividad económica donde no debe intervenir el Estado. Al hacerlo quita responsabilidad a la sociedad, y provoca el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos. Este es uno de los grandes problemas de la sociedad occidental actual.

Entiende por tanto que al Estado le corresponde determinar el marco jurídico dentro del cual se desarrollan las relaciones económicas y salvaguardar así las condiciones fundamentales de una economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes.

Por otra parte, la sociedad y el Estado deben asegurar unos niveles salariales adecuados al mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso con una cierta capacidad de ahorro. Esto requiere esfuerzos para dar a los trabajadores conocimientos y aptitudes cada vez más amplios, capacitándolos así para un trabajo más cualificado y productivo; pero requiere también una asidua vigilancia y las convenientes medidas legislativas para acabar con fenómenos vergonzosos de explotación sobre todo en perjuicio de los trabajadores más débiles inmigrados o marginales.

Si bien entiende la Iglesia que hay que evitar que los mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la vida social, el Estado debe participar indirectamente según el "principio de subsidiariedad", creando las condiciones favorables el libre ejercicio de la actividad económica, encauzada hacia una oferta abundante de oportunidades de trabajo y de fuentes de riqueza.

Estas iniciativas tratan, en general, de mantener los mecanismos de libre mercado, asegurando, mediante la estabilidad monetaria y la seguridad de las relaciones sociales, las condiciones para un crecimiento económico estable y sano, dentro del cual los hombres, gracias a su trabajo, puedan construirse un futuro mejor para sí y para sus hijos.

Añade que una cierta abundancia de ofertas de trabajo, un sólido sistema de seguridad social y de capacitación profesional, la libertad de asociación y la acción incisiva del sindicato, la previsión social en caso de desempleo, los instrumentos de participación democrática en la vida social, dentro de este contexto, deberían preservar el trabajo de la condición de "mercancía" y garantizar la posibilidad de realizarlo dignamente.

Humanismo puro y duro.. Nos queda mucho trabajo…
 
 
Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad

martes, 16 de abril de 2013

LA VISION HUMANISTA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (II) Comentarios sobre la empresa necesaria




La doctrina social de la iglesia entra de lleno en la cuestión de las empresas y su correcto funcionamiento. Vivimos en una sociedad donde se están pasando por alto, no en aisladas ocasiones, los principios y valores que deben regir, ya no desde la moral, sino desde la lógica la empresa, en tanto que organización humana destinada a prestar servicios o producir bienes para otros. Debe estar concebida desde una visión humanista. Y si pretende su superveniencia a largo plazo, lo que le diferencia de un “negociete”, deberá procurar, entre otras cuestiones, ser útil a la sociedad a la que se debe y que es su razón de ser, generar confianza interna entre sus profesionales (que son los que la hacen posible) buscando que los mismos se sientan realizados en todos las facetas,  y nunca maximizar el beneficio que , al margen de cuestiones morales, es una forma de descapitalizar la empresa y obviar oportunidades en el medio y largo plazo.

La doctrina social de la Iglesia ofrece reflexiones bien podrían ser una cuestión escrita en un buen libro de management.

En cuanto a los beneficios, Juan Pablo II, en nombre de la Iglesia, reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de la empresa. Para el Papa, cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente.

Prosigue en su escrito que “sin embargo, los beneficios no son el único índice de las condiciones de la empresa. Es posible que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad. Además de ser moralmente inadmisible, esto no puede menos de tener reflejos negativos para el futuro, hasta para la eficacia económica de la empresa”.

Entrando en la supervivencia a largo plazo de la empresa “La finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera. Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa”.

En cuanto a la importancia del trabajo para la persona, y el riesgo de alineación del mismo si se “maximaliza solamente sus frutos y ganancias y no se preocupa de que el trabajador”, impidiendo que “mediante el propio trabajo, se realice como hombre, según que aumente su participación en una auténtica comunidad solidaria, o bien su aislamiento en un complejo de relaciones de exacerbada competencia y de recíproca exclusión, en la cual es considerado sólo como un medio y no como un fin”.

“El desarrollo integral de la persona humana en el trabajo no contradice, sino que favorece más bien la mayor productividad y eficacia del trabajo mismo, por más que esto puede debilitar centros de poder ya consolidados. La empresa no puede considerarse únicamente como una "sociedad de capitales"; es, al mismo tiempo, una "sociedad de personas", en la que entran a formar parte de manera diversa y con responsabilidades específicas los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo. Para conseguir estos fines, sigue siendo necesario todavía un gran movimiento asociativo de los trabajadores, cuyo objetivo es la liberación y la promoción integral de la persona. La propiedad se justifica moralmente cuando crea, en los debidos modos y circunstancias, oportunidades de trabajo y crecimiento humano para todos”.

¡Total nada!. La empresa que trabaje en esta dirección, sin duda estará marcando la diferencia. ¿Ventaja competitiva estratégica? Sin duda…

Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación Pro Humanismo y Eficiencia

martes, 9 de abril de 2013

LA VISION HUMANISTA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (I) Una importante fuente de reflexión






En una ocasión, una persona vinculada a la Universidad Católica de Murcia, me preguntó sobre el grado de concordancia de nuestro planteamiento humanista con los postulados del cristianismo. A decir verdad, nunca me había detenido a pensar en ello, pero por necesidad los valores cristianos que han regido nuestra sociedad en los últimos siglos debían ser coincidentes con lo que entendimos y entendemos por humanismo. Y así se lo exprese, con total sinceridad. Hay anécdotas que marcan en la vida, y esta es una de ellas, la cual derivó en un precioso seminario sobre humanismo y en una inquietud personal por conocer más a fondo esa profunda relación humanismo y cristianismo.

Uno de los documentos que mejor describen esa profunda relación, y muy enfocado a la realidad cotidiana de “los mortales” en la encíclica “centesimus annus”, publicada con mucha intención un 1 de mayo, concretamente de 1991, y con motivo de los 100 años de la publicación de la encíclica del Papa León XIII, “Rerum Novarum”. En aquel momento el Papa se ve en la obligación de intervenir en el conflicto entre capital y obreros, conflicto en el que no se conocían las reglas del juego de esa nueva relación en la sociedad. Desde la posición de coherencia y rigor con la que fue escrita, es indiscutible la influencia posterior dela misma. Ambos escritos son claves en lo que se conoce como la doctrina social de la Iglesia. La lectura de las mismas es una fuente de inspiración a la reflexión, cargada de mensajes.

En palabras de Juan Pablo II, fue "el yugo casi servil", al comienzo de la sociedad industrial, lo que obligó a León XIII a tomar la palabra en defensa del hombre. La Iglesia ha permanecido fiel a este compromiso en los pasados cien años. Efectivamente, ha intervenido en el período turbulento de la lucha de clases, después de la primera guerra mundial, para defender al hombre de la explotación económica y de la tiranía de los sistemas totalitarios. Después de la segunda guerra mundial, ha puesto la dignidad de la persona en el centro de sus mensajes sociales, insistiendo en el destino universal de los bienes materiales, sobre un orden social sin opresión basado en el espíritu de colaboración y solidaridad. Luego, ha afirmado continuamente que la persona y la sociedad no tienen necesidad solamente de estos bienes, sino también de los valores espirituales y religiosos. Además, dándose cuenta cada vez mejor de que demasiados hombres viven no en el bienestar del mundo occidental, sino en la miseria de los países en vía de desarrollo y soportan una condición que sigue siendo la del "yugo casi servil", la Iglesia ha sentido y sigue sintiendo la obligación de denunciar tal realidad con toda claridad y franqueza, aunque sepa que su grito no siempre será acogido favorablemente por todos.

A título de ejemplo, pues en próximas reflexiones queremos entrar más a fondo en esta interesante cuestión, destacamos una reflexión de Juan Pablo II: “La alienación se verifica en el consumo, cuando el hombre se ve implicado en una red de satisfacciones falsas y superficiales, en vez de ser ayudado a experimentar su personalidad auténtica y concreta. La alienación se verifica también en el trabajo, cuando se organiza de manera tal que "maximaliza" solamente sus frutos y ganancias y no se preocupa de que el trabajador, mediante el propio trabajo, se realice como hombre, según que aumente su participación en una auténtica comunidad solidaria, o bien su aislamiento en un complejo de relaciones de exacerbada competencia y de recíproca exclusión, en la cual es considerado sólo como un medio y no como un fin”. Total nada…

Para aquellos interesados dejamos enlace a la encíclica Centesimus Annus mencionada.

Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación Humanismo y Eficiencia en la Sanidad